Relatos . Puesta en diálogo entre las piezas de nuestros museos
Las fiestas mayas
La indumentaria porteña en la década revolucionaria
Por Delia Etcheverry (*)
A partir de 1811 los festejos en conmemoración de la Revolución de Mayo eran acontecimientos esperados con gran entusiasmo. Duraban entre tres y cuatro días y se diferenciaban de las celebraciones en tiempos del virreinato en que ponían de manifiesto la igualdad de los ciudadanos bajo el nuevo régimen republicano. Eran verdaderamente populares. Para festejar la revolución se iluminaba la ciudad, en la Plaza de la Victoria se armaban arcos triunfales ornamentados con ramas de olivo y un tablado, se celebraba un Tedéum en la Catedral, sonaban orquestas desde los balcones del Cabildo, se organizaban bailes y se servían refrescos. Como entretenimiento se presentaban comparsas teatralizando el tema de la independencia y se organizaban juegos populares como “rompecabezas”, carreras de sortijas y de cañas y corridas de toro en el Retiro. Por la noche no faltaban los fuegos artificiales. También se celebraban “suertes” (sorteos) entre familias y artesanos pobres y se liberaban a algunos esclavos.
Podríamos imaginar la algarabía de una plaza concurrida por un conjunto social muy heterogéneo, vestidas las personas con sus mejores galas, según su condición. Las mujeres de la élite porteña lucían vestidos de seda o fino algodón, de estilo Imperio, cuyo talle terminaba debajo del busto, escotes amplios, mangas globo y falda recta, terminando apenas debajo del tobillo; medias de seda y, como zapatos, chapines de seda o cuero. Otras, las mujeres de las clases populares, usaban polleras largas y anchas que dejaban ver enaguas de lienzo blanco, algunas con puntillas de encaje. Todas ellas posiblemente portaran, chales, mantillas (a la salida de Tedéum), pañoletas, ponchos y en su mayoría, como abrigo principal, amplios rebozos tejidos en lana.
Los hombres de la plebe llevaban casaca, calzón corto, chaleco y poncho. Los de clases acomodadas portarían una impecable camisa blanca de fino lino, un pantalón adherente que se colocaba dentro de las botas, chaleco, frac, corbata, y capa si lo ameritaba la inclemencia del tiempo. Lo gauchos llevaban poncho y chiripá tejidos en telar, camisa, calzoncillos cribados blancos ornamentados con flecos y deshilados, y botas hechas de cuero de potro, sin suela y con los dedos al descubierto. También lucían sus mejores prendas los clérigos y militares.
Los hermanos Parish Robertson, en Cartas de Sud América (entre 1816 y 1820), relatan: “… Asistir a una noche de regocijo público en Buenos Aires, es muy placentero, todos los habitantes, literalmente todos (con excepción de uno o dos criados que se dejan al cuidado de las casas) salen en traje de fiesta para dirigirse a la Plaza Mayor… el 25 de Mayo, traía siempre buenas noticias y esto producía entusiasmo tal y exaltaba de tal modo a todas las clases sociales, que por ese momento no se hacía diferencias de clases y era verdaderamente maravilloso ver el general regocijo que caracterizaba en todas partes a las Fiestas Mayas”.
(*) Delia Etcheverry es Licenciada en Psicopedagogía. Trabaja desde 2008 en el Área de Investigación Textil del Museo de la Historia del Traje realizando trabajos de catalogación de encajes y textiles en general, teniendo en cuenta aspectos históricos y técnicos. Publicó el libro “Encajes. Historia e identificación”. Editado por la Fundación Museo del Traje. Escribió para la publicación del libro “La Argentina Textil” del Fondo Nacional de las Artes y en el libro “RandAcerca” sobre el tema “Randa”. Editado la Universidad Nacional de Tucumán. También escribe para revistas especializadas artículos sobre diversos temas de investigación textil.